lunes, 5 de octubre de 2009

¡E pur si muove!

La razón ordena que me aleje y me olvide ya de ese castillo que he construido sobre pilares de aire. Lo intenté, quise escapar de un probable fracaso antes de ver cualquier síntoma. Me dije a mi misma y a los demás que se había terminado, no quería arriesgar. Después entendí que tuve un episodio de pánico regido, principalmente, por caprichos hormonales. Para ganar es necesario apostar y, si pierdo, al menos lo habré intentado. No está en mi naturaleza el concebir una derrota antes de siquiera empezar la batalla.

Lo dije porque así lo pensaba y en su momento me negué a regresar. Aseguré a toda persona con quien hablé al respecto que saldría adelante y me olvidaría del asunto. Dije que no te quería en mi vida y que ya vendrían tiempos mejores.

Te negué ante el mundo de la misma forma que Galileo Galilei abjuró su teoría heliocéntrica frente al tribunal de la Inquisición, a pesar de creer en ella con todo su ser. No obstante, al igual que él, mientras me alejaba de ti y renegaba de mis sentimientos murmuraba: E pur si muove.

No hay comentarios:

Publicar un comentario