miércoles, 29 de abril de 2009

Serendipias


¿Existe la casualidad? ¿Es posible que la secuencia de una vida pueda depender únicamente del azar? Según el Principio de Causalidad del filósofo David Hume no; si B depende de A, quiere decir que siempre que haya A, habrá B. Es decir, según Hume, nada en esta vida es por azar, existen detonantes que tienen consecuencias en las que quizá nos hemos visto envueltos, pero no por eso son aleatorios.

Pero, concordando con Bertrand Russell (otro destacado filósofo), para mi el Principio de Causalidad no es correcto sino, más bien, es una reliquia de una época pasada que sobrevive, como la monarquía, porque se cree, erróneamente, que no causa ningún daño. Yo, en lugar de eso, creo en las serendipias.

Defiendo firmemente la premisa: cada quien es el arquitecto de su propio destino. Nunca he creído, o quizá no he querido pensar, que todo lo que me sucede está escrito en una especie de libro de vida que seré capaz de leer, irónicamente, una vez que haya muerto. Creo en el valor de mis decisiones, creo en las opciones, en los accidentes, en lo imprevisto... en que mi vida es un mapa en el que yo decido qué ruta seguir y en el que cada camino que escoja presentará nuevos y diferentes retos.

Algunas de las mejores cosas de mi vida han sucedido en el momento en que menos lo esperaba. Varias veces tomé decisiones que pensé me llevarían a un lugar y terminé en otro, y la mayoría de esos momentos me cambiaron la vida para siempre. Casualidades afortunadas; estar en ese lugar, en ese preciso momento, porque unos segundos después, todo hubiera resultado diferente. Una palabra, una señal, una mirada, un suspiro, pueden cambiar el sentido en el que nos movemos.

Francamente, al menos para mi, en eso consiste la magia de la vida, en no estar atados a un resultado forzoso, en tener la libertad de escoger nuestro camino, pero también en tener la libertad de equivocarnos. El placer de encontrar en un recién conocido más rasgos familiares y más compatibilidad de caracteres del que se tiene con personas cercanas. El despertar un día y darse cuenta de que un imprevisto sacude fuertemente la tierra bajo tus pies para después asimilar que es precisamente ese hecho inesperado el que, felizmente, te ha cambiado la vida y ha marcado tu alma para siempre.

Soy soñadora, me gustan esas historias maravillosas en las que hay desenlaces difíciles de creer y de explicar. Con suerte, ese final sea lo que nunca esperaste y, al mismo tiempo, lo que necesitabas. Las casualidades dan sabor a la vida, la sazonan para que no sea insípida; le dan textura, olor, color... El descubrimiento fortuito (de personas, de hechos, de cosas) te ayuda a encontrar respuestas a problemas que ni siquiera te habías planteado, a resolver dilemas impensados, a seguir sueños, a vivir y a dejar de ser sólo un espectador.

Sí, creo en las serendipias.

Encontrar algo magnífico mientras se busca otra cosa, descubrir algo valioso por casualidad, realizar por azar un acto de sagacidad, eso es una serendipia...